sábado, 8 de abril de 2006

Los hijos del gran desorden.


Ya lo dijo Darwin hace 150 años: los seres vivos somos hijos del azar. Ni siquiera las mutaciones genéticas tienen un sentido; es decir, no es que las criaturas cambiemos para adaptarnos mejor al medio, sino que las mutaciones se producen a tontas y a locas, de manera espontánea y caprichosa, y luego la selección natural se encarga de que sólo prosperen aquellas transformaciones que resultan favorables para el organismo. Lo cual equivale a decir que nuestra construcción genética es el resultado de una especie de rifa. A pesar del tiempo transcurrido desde la publicación de la teoria de Darwin, la idea del azar como el centro de todo sigue siendo un pensamiento desolador y difícil de asumir. Nos pasamos la vida intentando darle un sentido y un orden a nuestra existencia, y la sola intuición del gran desorden universal nos deja tiritando.
Pero no es preciso subirse por las ramas evolutivas para saber que nuestra realidad depende de la más extravagante casualidad. Si tu padre no se hubiera encontrado con tu madre al perder aquel tren, al salir del aquel cine, en aquella oficina, ¿ahora dónde estarías? Más aún: si en el justo momento de tu origen hubiera nadado con más fuerza otro espermatozoide, o si el feliz encuentro entre el panzudo óvulo y el afanoso nadador se hubiera producido varias horas antes o varias después, ¿tú seguirías siendo tú, o serías tu hermano? Ya ves: con lo importante que eres para tí mismo, y en realidad dependes de una nimiedad vertiginosa.

Somos hijos del azar, en fin, y mejor será aprender a tragar tan amarga píldora. Pero, por otra parte, y aunque los humanos no controlamos lo que nos sucede, sí somos dueños de nuestra respuesta ante el destino. La manera en que nos comportamos frente a las circunstancias depende de nosotros; a veces, el margen de elección es mínimo, pero aun así siempre podemos escoger, siempre podemos decidir.
Y es esa opción, por ínfima que sea, lo que nos hace libres dentro del caos.


Y con esta reflexión se despide esta pobre pesada que últimamente no hace más que llenar esto de pajas mentales absurdas, hasta dentro de unos días.

Sé que es uno de esos textos que le encantan a Geri, seguro que a este le encuentra un poco más de sentido ;). Y el que crea que lleva algo implícito, que se lo haga mirar.
Un beso grande a todos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Com a darwinista militant m'encanta el text (sobretot el darrer paràgraf), encara que no trobo que tot plegat hagi de ser una cosa amarga.

Fins i tot pot semblar reconfortant pensar que no hi ha res que tingui un sentit predefinit.

Res de decidit, tot és possible.

;)

 
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