miércoles, 22 de febrero de 2006

Balzac et moi


La cerilla estuvo a punto de apagarse a medio camino y ahogarse en su propio humo negro, pero recuperó el aliento, vacilando, y se acercó a Papá Goriot que yacía en el suelo. Las hojas de papel, lamidas por el fuego, se retorcieron, se acurrucaron unas contra otras y las palabras se lanzaron hacia el exterior. La pobre muchacha francesa fue despertada de su sueño de sonámbula por este incendio; quiso huir pero era demasiado tarde. Cuando encontró a su amado primo, estaba ya sumida en llamas, con los fetichistas del dinero, sus pretendientes y su millón de herencia convertidos todos en humo.
Tres cerillas más encendieron, simultáneamente, las hogueras de El Coronel Chabert, de Jean Christophe y de Eugenia Grandet. La quinta alcanzó a Quasimodo que, con sus abultamientos óseos, huía por los adoquines de Nôtre-Dame de París, con Esmeralda a cuestas. La sexta cayó sobre Madame Bovary. Pero la llama tuvo de pronto un momento de lucidez en el interior de su propia locura, y no quiso comenzar por la página donde Emma, en la habitación de un hotel de Ruán, fumando en la cama con su joven amante acurrucado a su lado, murmuraba: "Me abandonarás...". Aquella cerilla, furiosa pero selectiva, decidió atacar el final del libro.
Las recientes cenizas de Emma emprendieron el vuelo, se mezclaron con las de sus compatriotas carbonizados y se elevaron, flotando, en el aire.
Cenicientas, las crines del arco resbalaban por las brillantes cuerdas, en las que se reflejaba el fuego. El sonido de aquel violín era mío. El violinista era yo.

Aunque, en semejantes circunstancias, el furor y el silencio sean, a fin de cuentas, lo mismo, y sea difícil comparar dos estilos de acusación cuyo impacto es distinto, tal vez yo me equivocara de estrategia o me resignase demasiado pronto a la impotencia de las palabras.
Se había marchado y nunca regresaría. Su partida, tan súbita como fulminante, había sido para mí una sorpresa total. "¡Espera! ¡No te vayas! ¡Por favor!"
Mi primer grito lo hizo correr por el sendero, el segundo lo propulsó más lejos aún, y el tercero lo transformó en un pájaro que emprendió el vuelo sin concederse ni un instante de reposo. Se hizo cada vez más pequeño y desapareció.
Solamente comprendí la situación días más tarde, cuando asimilé los hechos. Balzac le había hecho comprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no tiene precio.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!
Avuí tenim molt poc curro a feina, serà perquè ens han de fotre fora d'aquí poc... i com que m'avorria, fart de postejar tonteries al fòrum de 'pruebas', navegant navegant entre d'altres coses, m'ha donat per veurem el teu blog de dalt a baix xD
Està xulo, jo estic fent-me'n un també a blogspot, m'agrada molt la idea de poder postejar desde qualsevol lloc, però encara no l'he inaugurat. Veig que has tingut èpoques de no posar-hi quasi res i ara hi has tornat. Jo tinc un space de msn, però ja em cansa una mica, per això estic fent provetes amb blogspot. Bueno, espero que no et sàpiga greu que m'hagi pres la llibertat de passar-me per aquí :)
Ciao!

Anónimo dijo...

No entenc res >.<

Anónimo dijo...

i jo em passo a saludar!! :P

Anónimo dijo...

Els posts a Blogs no compten!

Gladys dijo...

Spammers de pacotilla...


Tiruuririi!

Anónimo dijo...

Hola autistas!

Gladys dijo...

Hola vergonzoso! xD

Anónimo dijo...

RAS!!!

P.D.- Por decir algo xDDD

P.P.D.- Y que sea spam! :P

Anónimo dijo...

Os lo pasais bombay hawaii ¿EH?

Anónimo dijo...

Y yo diciendo que no lo lee ni dios xD

Pues eso, que mola cacho el texto, muy bien traido el tema del Tempus Fugit.

Por cierto que acabo de ver que ahora moderas los comentarios...¿Y ahora como te insultamos? Menuda XD

 
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